No es una novedad hablar del voluntariado en Bizitegi. De hecho, nuestro proyecto nació a partir de un grupo de personas voluntarias y así continuó sus primeros años de vida. Posteriormente, las exigencias de una mayor profesionalización y una dedicación más intensa y constante hicieron necesario un número creciente de personas trabajadoras. Nunca se perdió la presencia del voluntariado y siempre ha habido el deseo de impulsarla, pero hay que reconocer que su peso en la institución se fue debilitando.
Ha sido en los dos últimos años que se ha tomado conciencia de la importancia de revertir esta situación por entender que el futuro de Bizitegi pasa por la revitalización de la presencia del voluntariado. Al plantear cómo hacerlo no se piensa que haya que volver a las formas del inicio. Los tiempos han cambiado y ahora se trata de pensar en nuevas figuras de personas voluntarias que respondan a los desafíos actuales.
Hace más de un año, la Asamblea de personas socias de Bizitegi se propuso impulsar la iniciativa de un nuevo Plan de Voluntariado que respondiera a esos requerimientos. Para ello, llevó a cabo un proceso de reflexión sobre cuáles debieran ser las características de las personas voluntarias. Una idea motriz era que el voluntariado iba mucho más allá de una simple ayuda en tareas concretas, sin despreciar para nada esta aportación que se valoraba al máximo. Pero se pensaba en un ámbito más ambicioso: el voluntariado tenía que ser un vínculo mucho más profundo de Bizitegi con la sociedad. Bizitegi tenía que ser capaz de ofrecer su proyecto como un espacio atractivo a un sector significativo de las personas que luchan por una sociedad solidaria. Desde aquí surgían retos y sugerencias sobre lo que pudiera ser el nuevo voluntariado.
Por un lado, Bizitegi debe tener la convicción de que contar con este tipo de participación es algo valioso y deseable. Por otro, debe esforzarse para adecuarse a ese objetivo lo que implica introducir una nueva cultura del voluntariado en su forma de proceder.
Se trata de actuar en varios frentes para fortalecer el voluntariado: a) en las tareas del quehacer cotidiano; b) en la promoción de nuevos proyectos; c) en la participación en grupos de trabajo y reflexión, así como en los órganos de la asociación. Para ello se identificaban tres tipos o niveles de voluntariado, según cuál sea la naturaleza de su compromiso: i) con el proyecto de Bizitegi, participando como personas socias o fuertemente vinculadas en la reflexión sobre la estrategia y los planes de acción; ii) con algunas de las actividades (formación, ocio, acompañamiento, etc.) o proyectos concretos que exigen una dedicación continuada; iii) con tareas específicas de apoyo, que tienen una dedicación limitada de tiempo. Incluso se considera que las personas usuarias formen parte del voluntariado, de lo que ya se han dado pasos como lo muestra la iniciativa Pausoka, un tema que permanece abierto para ver todas las posibilidades que presenta.
Todas las modalidades son necesarias y a todas ellas se quiere dedicar la atención que requieren. Trabajar con este objetivo implica apostar por la creación de una cultura asociativa en Bizitegi que permita atraer a personas voluntarias para que se integren plenamente, sintiéndose corresponsables del proyecto. Por ello se está trabajando en poner en marcha iniciativas que vayan en esa dirección. Algunas ya se encuentran funcionando, como el Consejo Asesor y los compromisos asumidos por la Asamblea y el Equipo Directivo.
En este año 2018 se quiere dar un impulso a este compromiso estratégico de Bizitegi, conscientes de que en ello está en juego tanto el futuro como la vitalidad y capacidad de respuesta de nuestro proyecto. Abrirse a la sociedad, de manera que entre en nuestra actividad, es la base de entender el voluntariado que queremos.