Dice el diccionario de la “Real” Academia de la Lengua Española que independiente es un adjetivo que se aplica a una persona que sostiene sus derechos y opiniones sin admitir intervención ajena y que vida es un sustantivo que se define como fuerza o actividad esencial mediante la que obra el ser que la posee. Busco en las múltiples explicaciones de la palabra vida alguna que la explique con el apellido independiente (vida airada, vida animal, vida espiritual, vida interior, de por vida, con vida, pasar la vida a tragos, calidad de vida, fe de vida, etc.) y no la encuentro en la multitud de acepciones y explicaciones posibles.
Nacido desde el movimiento por la lucha por los derechos civiles que surgió en Estados Unidos a finales de los años 60 del siglo pasado, en el diccionario de la vida “Real”, al término “VIDA INDEPENDIENTE” se le aplican otros significados. Aquellas personas pioneras, con discapacidad visual y auditiva, comenzaron a defenderse por ellos mismos, comenzaron a sostener sus derechos y opiniones sin admitir intervenciones ajenas, comenzaron a organizarse en la comunidad y comenzaron a transmitir esos conocimientos a otras personas con discapacidad, de modo que hacían girar dentro de ellos una fuerza esencial que les hacía avanzar. Aquellas personas inspiraron el Movimiento de Vida Independiente que hoy en día, en todo el mundo inspira miles de iniciativas, proyectos o programas en las que personas, sea cual sea su discapacidad, tienen la capacidad para decidir a dónde quieren dirigir su vida.
Desde hace algún tiempo en Bizitegi, venimos acompañando a un grupo de personas usuarias en el proyecto Ireki, de apoyo a la vida independiente. Personas con estabilidad emocional y psicológica, con capacidad para afrontar mínimamente los gastos necesarios para pagar el alquiler de una habitación compartida y con un nivel de activación suficiente para gestionar su documentación social, acudir a sus citas médicas y llevar una rutina de ocupacional/activación semanal. En un principio pensábamos que éstos debían ser los criterios de acceso para garantizar un mínimo de éxito y continuidad en los procesos de las personas. Sólo las personas con suficientes niveles de autonomía debían acceder a un recurso así. La realidad nos ha mostrado que la autonomía no es el principal factor de éxito en la permanencia de las personas en el proyecto, ya que una persona con mayores niveles de autonomía tendrá capacidad para encontrar y mantener un piso compartido o acceder a una vivienda de alquiler.
La realidad nos ha mostrado que el proyecto Ireki será útil para personas con poca red social, bajos recursos económicos y la estabilidad clínica y emocional suficientes para aceptar los apoyos necesarios para que su plan de vida salga adelante. La estabilidad y la motivación (y no la autonomía) le permitrán llegar a fin de mes, convivir con las personas de su entorno comunitario cercano y tener una rutina de activación le ponga en relación con mas personas.
El proyecto se planteó como una estructura de apoyos ajustados a las necesidades de cada persona que debería permitir que ésta re-construyera o recuperase sus redes sociales y/o naturales de apoyo. El proyecto, al igual de aquellas personas pioneras del movimiento de vida independiente, intenta favorecer el apoyo mutuo entre sus miembros como una estrategia que posibilite un mayor empoderamiento y una mayor conciencia de su situación.
La vida de las personas que acompañamos continuará más allá del proyecto Ireki, porque una vez que comienza a girar esa fuerza vital no hay vuelta atrás…