HOSPITALIDAD
Paseando alrededor de una bella ciudad de la Rioja Alavesa me fijé en un letrero colgado de la muralla medieval que la rodea, adornándola ahora, protegiéndola antes.
Este letrero cuyo contenido se puede ver en la imagen adjunta expresa en tres breves frases la esencia de una virtud muy cuestionada hoy en día, la hospitalidad. Siempre ha habido, hay y habrá personas que caminen de un lugar a otro por muy diversas razones, por huir de persecuciones, por buscar una vida mejor, por escapar de la miseria, o simplemente por aventura.
Y la hospitalidad supone acoger en paz, como reza el lema, a las personas que llegan, no solamente al invitado o al visitante, sino a la persona por el mero hecho de llegar y necesitar un cobijo y algo de alimento. La hospitalidad en la que se impone de manera rotunda la confianza en las personas sobre los riesgos y miedos que también nos pueden causar lo desconocido y lo diferente.
Este lema tan simple a la vez que profundo, lo aplicamos sin duda en nuestras familias y en nuestras organizaciones sociales, acogiendo a las personas que llegan, cuidando de las que habitan para permitir que puedan ser felices cuando marchen.
Pero este deseo también lo queremos hace extensible a nuestros barrios, a nuestra ciudad, a nuestro país y, porque no, a nuestra Europa que hoy más que nunca parece haber olvidado estos valores, esta tradición que, durante muchos siglos y en situaciones económicas infinitamente más precarias, ha defendido.
Los problemas son complejos y las soluciones también tendrán que serlo, pero los principios, los valores que orientan nuestra acción deben estar claros. Y ante gravísimos problemas humanitarios, ante multitudes de personas desesperadas en su huida no podemos volver a levantar las murallas para tratar de proteger nuestra frágil seguridad y nuestra egoísta prosperidad dejando fuera de ellas una inmensa marea de sufrimiento.
Yo propongo que, lejos de posturas ilusas y conscientes de las dificultades que entrañan los movimientos migratorios en un mundo globalizado, pero desde una profunda convicción volvamos a desear Paz a los que llegan, Salud a los que habitan y Felicidad a los que marchan.
Aitor Ipiña
Artículo publicado en begirada.org