Tener dificultades en el funcionamiento de nuestras emociones, pensamientos, razonamiento es lo normal.
Pero necesitamos de los demás, de su aceptación, de su cariño, de su cuidado para que nuestras dificultades no sean una barrera. Cuando las personas que me rodean me aceptan como soy, ni la Corea de Huntington es motivo para que me aíslen. El amor es creativo, buscará formas para facilitar las complicaciones que mis dificultades generan. No estoy hablando de quedarse pasivamente a esperar que otra se movilice (porque las cuidadoras por excelencia han sido las mujeres). Estoy hablando de aceptación de las dificultades. Y el empeño en construir con los materiales que tenemos. En la sociedad del usar y tirar, arreglar es revolución.
En la sociedad de la sonrisa de Instagram, la mano que cuida un cuerpo deforme no tiene cabida. Es como ese turista rural al que le molesta el olor a estiércol.
El estiércol ayuda a la tierra a dar fruto. El cuidado nos ayuda a descubrir nuevas posibilidades.
La rentabilidad inmediata, la gestión por objetivos sin reparar en los medios, nos impide descubrir la belleza que nos rodea.
Agradecer las capacidades que tenemos, las posibilidades que podemos generar.
Agradecer todo lo que nos rodea, las facilidades el acceso al agua, la luz, la temperatura adecuada, los medios para conseguirla.
Agradecer a las personas que nos proporcionan bienestar, las personas que limpian, las que conducen los medios de transporte, las que nos acercan los alimentos, las que cuidan de nuestra salud…. Tantas y tantas personas que están detrás de nuestro bienestar.
Agradecer a la naturaleza que nos provea de aire puro, imprescindible para nuestra subsistencia.
Todas las personas podemos cuidar, esa persona atada a una silla de ruedas nos puede sonreír, facilitar que le proporcionemos los cuidados necesarios.
La persona con esquizofrenia que, bien cuidada, puede aportar su granito de arena.
Todas las personas necesitamos cuidado, descanso, ambiente sereno, agradable, sentir que hay un lugar seguro que nos impulsa a descubrir nuevas posibilidades nuevos lugares.
Pero no podemos vivir solos. Eso se lo dejamos a Robinson Crusoe. Él fue descubriendo posibilidades al observar su entorno. Descubrir todos los beneficios que tenemos en el día a día es una catapulta hacia nuevos lugares.
Pero no podemos vivir solas.
Los seres humanos necesitamos de otros seres humanos para vivir, avanzar.
Cuando el aislamiento nos acecha las patologías se agravan. El aislamiento en sí es la gran patología. El aislamiento de vivir desde la imagen desde el qué dirán, el marketing, el bienqueda. Que nos alejan y niegan la limitación que forma parte de la realidad concreta y cotidiana.
Y en esta situación Bizitegi hace su aportación ofreciendo un espacio de pertenencia un lugar de vida para personas excluidas, por muy diversas razones pero básicamente por un problema de salud mental que le ha llevado a quedarse sin redes humanas, por no saber cuidarlas.
Del salón en el ángulo oscuro
de su dueño tal vez olvidada
silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
esperando la mano blanca
que sepa arrancarlas!
Afortunadamente no somos los únicos y únicas, ni los y las mejores y eso es una gran noticia.
Josefina Fernández. Psicóloga en Bizitegi.