Análisis de texto. Poema 341, Antología Poética, Juan Ramón Jiménez
Biblioteca de Premios Nobel de Literatura, Editorial Planeta, año de edición 1988
Comentario de David Fernández Pastor dedicado a las madres y a la suya
Recuerdo que en aquella casa donde vivía mi familia, mis padres, y yo y mi hermana, mi madre era la esfera de la vida, de mi vida.
Yo sin saber nada más que iba al colegio de los Salesianos en Deusto por obligación y porque todos los demás niños lo hacían, ahora, hoy día me hace gracia, pues porque parece, la escena, obra de un cómico español famoso, vivir en un piso de Bilbao, rodeado de enciclopedias, y colecciones de libros, que mi padre no ojeaba nunca, no por nada, sino porque todo aquel gasto era obra de ella.
De la misma manera que su idea de que mi hermana y yo tuviésemos una educación de colegio concertado católico, no por nada, a mi progenitor masculino, no es culpa suya, le daba un poco lo mismo.
Antes de los 16 años, yo, muerto de curiosidad de ver tanto libro y no saber por dónde empezar, un día de fin de semana, que sería sábado, porque los domingos en mí son depresivos, me acerque a la biblioteca completa de clásicos de la editorial Seix Barral de mi madre, y por eso, por curiosidad, solo por eso y sin que me sonaran ninguno de esos nombres y títulos, el primer libro que leí de forma voluntaria fue la antología poética de Miguel Hernández.
En mi caso, mi amor por esto llego cuando topé con el poema “Al soldado internacional caído en España, para el muro de un hospital de sangre”.
Yo no supe ciertamente lo que experimentaba pero de tanto leer aquello me lo aprendía y me gustaba recordarlo cuando en un momento que me quedaba solo lo recitaba en mi cuarto.
En este caso, propongo el estudio de un poema de Juan Ramón Jiménez de su antología.
Luego me diréis si os gustó, aunque sea un poco o en parte:
341
Canción, tú eres vida mía,
Y vivirás, vivirás;
Y las bocas que te canten,
Cantarán eternidad.
Comentario:
La obra del Premio Nobel español, pienso, no es medible.
Cuando hablamos de arte, solo, únicamente, podemos estar a favor o en contra, nos puede gustar o no. Luego hay premios y debate, crítica, pero no es medible.
Es así la obra de J. R. Jiménez, requiere de dedicar un tiempo de nuestro ocio y un espacio de nuestra casa para detenernos a leerle, y comparar su obra con lo que observamos a nuestro alrededor.
Comparado con su obra, todo es vano y mediocre. La perfección, la maestría con la que sencillamente nos habla es como, no sé, podemos, tal vez en un momento, queramos imitar su perfección pero siempre sabemos que no llegaremos nunca.
La expresión con la que con Platero escribe un cuento de niños para que lo entiendan los mayores o la forma en la que su luz, y su color lo expresa todo, imagino que es como quien observa el mar por primera vez, o con quien tiene la oportunidad de mirar la estrellas.
Este poema, el 341 de la edición de Planeta de 1988, lo escogía al azar, por ser bello y sencillo y por no complicar más, la explicación que en él tiene el mundo de la escritura.
David Fernández Pastor. Bizitegi