“El empleo es la mejor política social”, esta máxima repetida por diferentes responsables políticos parece un lugar común, una obviedad, una síntesis que resume muy bien lo que debe ser la prioridad de actuación pública en un momento de alta tasa de desempleo en el que el empleo se sitúa como la primera preocupación ciudadana.
Es cierto que el elevado nivel de desempleo aumenta la pobreza y con ello las necesidades de protección social. Pero igualmente cierto es que la pobreza acorta la esperanza de vida, según estudio reciente financiado por la Comisión Europea, y que las desigualdades sociales generan inseguridad ciudadana. Pero si alguien en base a estas evidencias proclamase que “el empleo es la mejor política sanitaria” o “el empleo es la mejor política de seguridad” sería tachado, con toda razón, de frivolidad cuando menos.
Pues con las políticas sociales sucede lo mismo, aunque se recuperasen niveles elevados de empleo existen amplias necesidades sociales que deben ser objeto de políticas activas para conseguir una sociedad cohesionada, dinámica e inclusiva.
También tenemos que considerar que el empleo que se genera en la actualidad viene asociado a precariedad y a niveles retributivos muy bajos en los empleos de menor cualificación. No olvidemos que en la actualidad en torno al 20% de los perceptores de RGI trabajan y siguen necesitando de esta herramienta para alcanzar un mínimo de renta, es decir, el empleo es compatible con la pobreza.
Por todo ello no podemos contraponer Empleo y Políticas Sociales sino que son dos ámbitos igualmente importantes y no alternativos.
Pero me gustaría ir incluso un poco más allá. Si miramos a los países nórdicos, esos países de pequeño tamaño en cuanto a población y territorio que son habitualmente nuestro referente en cuanto a desarrollo social, y nos damos una vuelta por ellos, pocas veces nos llaman la atención sus infraestructuras espectaculares, sus medios de transporte terrestres o sus autopistas, cosas a las que aquí, en el Estado, se han dedicado ingentes cantidades de dinero público. En cambio sí nos llaman la atención sus modelos educativos, sus políticas familiares, su combinación de flexibilidad y seguridad laboral, sus políticas de conciliación, sus elevadas tasas de actividad y su reducido desempleo. A ver si va a resultar que “las políticas sociales son lo mejor para el empleo” y también que “las políticas sociales son el mejor empleo” de los recursos públicos.
Aitor Ipiña
Gerente de Bizitegi