Vivo en Otxarkoaga porque trabajo allí, aunque no habito porque no duermo. Vivo porque siento el barrio y me preocupa lo que a muchas de sus personas preocupa.
Otxarkoaga suena amenazante desde la lejanía pero es agradable al contacto. Tiene un pasado muy conocido, desde su génesis hasta sus crisis, pero nos cuesta imaginar un futuro prometedor.
Como todo aquello que obtiene la atención pública por sucesos trágicos, ha sido presa fácil de la manipulación y de la demagogia. Pero ha sido capaz también de generar interés y de despertar conciencias, de canalizar las energías liberadas por la explosión de dolor y de rabia en una fuente de transformación social.
Creo que Otxarkoaga ahora se encuentra en este punto positivo, con una ciudadanía organizada que ha sintonizado en clave de reivindicación constructiva y con un Ayuntamiento que ha recogido el reto.
Tenemos muchos desafíos y dificultades, unas específicas del barrio con una composición étnica diferente y un urbanismo vulnerable, propio de las circunstancias excepcionales de su construcción, y tenemos otras dificultades comunes a muchos barrios periféricos como la regeneración económica y comercial, la atracción de personas jóvenes y los equipamientos sociales y culturales.
Pero el mayor reto y en el que queremos trabajar desde BIZITEGI es el de que, más allá de la suma de todos los equipamientos y los programas de actuación, podamos construir una amplia red de relaciones personales que nos permitan generar un espacio comunitario, un lugar donde se pueda vivir con tranquilidad y donde sepamos que siempre hay personas a las que importamos.